58.- 04/05/2012 De Jesús. ACERCAOS A MÍ

Misericordia quiero, y no sacrificios ostentosos, que no vine a llamar a los justos, sino a los pecadores a la penitencia. (Mt. 9, 9-13) Yo, Jesús, os hablo.

Acercaos a Mí con toda confianza, que soy Médico, el Médico de las almas, y también Medicina, la Medicina de Inmortalidad y Vida eterna. Yo, Jesús, os hablo.

Fijaos bien cómo curaba a los enfermos del cuerpo en la tierra, iba a buscarles, a los ciegos, a los cojos, a los sordos, a los paralíticos, y ese poder le di a mis discípulos, hasta el de resucitar muertos. Hijos de Mi Divino Corazón, conocéis mejor las enfermedades del Cuerpo que las del alma, cuya causa es el pecado y la falta de penitencia. Mirad, cuando hacéis cualquier cosa sin tenerme en cuenta ni remotamente, vuestra memoria está enferma; si entendéis mejor de deportes, negocios, placeres de la vida… vuestro entendimiento está enfermo; si veis y deseáis lo que no os doy porque no os conviene, los ojos del alma están enfermos, y si preferís el consuelo humano, incluso el de vuestros padres y hermanos, al que Yo os pueda dar en el Sagrario, aún no sois dignos de Mí.

Estos vicios y males del alma, los voy curando con la confesión frecuente, con verdadero propósito de enmienda, y una oración que se someta a Mí, a lo que Yo le quiera dar y administrar, y cuyo mejor momento es la Acción de Gracias que sigue a la Sagrada Comunión.

En ella curo vuestra soberbia maligna, alentada por Satanás, haciéndoos contemplar mi profundísima humildad, fui vendido por el precio legal de un esclavo, (Ex. 21, 32) rehusé proclamarme Rey, fueron los niños quienes lo hicieron, a pesar que iba montado en un asnillo joven detrás de su madre… (Mt. 21, 9) Curo vuestra avaricia con Mi desprendimiento y generosidad; curo vuestra lujuria con Mi infinita castidad; vuestra ira con Mi mansedumbre de corazón, que puse la otra mejilla; curo vuestra gula con Mi templanza; vuestra envidia, Yo mismo soy la Caridad en persona, y vuestra pereza, con Mi diligencia en cumplir en todo momento la Voluntad de Mi Padre.

Examinaos, pues, pedid siempre perdón en todas las partes de la Misa, y temblando por lo que vais a hacer, recibir a vuestro Dios, preparad bien vuestras almas y venid a Mí con toda confianza. No rehuséis hacerlo con otros pretextos. Este Sacramento es de virtud tan poderosa… ¡Cuántos santos se llegaron a Él atormentados, preocupados y, en la Acción de Gracias, Mi Espíritu les recuerda algo que les consuela y les llena de alegría! ¿Qué habría sido de ellos de haberse quedado sin comulgar? Muy sencillo: habrían dado paso a la tibieza, por su comodidad espiritual, al haber cedido a la sugerencia de Satanás.

¡Y la vida que tiene este Sacramento! Hay santos que no comían ni bebían otra cosa durante meses. Verdaderamente, Yo lo puedo todo, y es Mi deseo que este mensaje os dé confianza, gozo y paz en Mi Espíritu, y os estimule a la santidad. Quedad en paz, hijos de Mi Divino Corazón. Así sea. 

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