57.- 03/05/2012 De Jesús. POR EL DESIERTO DE LA VIDA

Mientras camináis por el desierto de esta vida, necesitáis comer del verdadero Pan de la Vida, que ha bajado del Cielo, y da la vida al mundo. (Jn, 6, 51) Yo, Jesús, os hablo.

El desierto es árido, sin agua, sin árboles, sin alegría, eso es el mundo, eso es esta vida, no podéis caminar por él sin comer a diario, pues desfalleceríais por falta de alimento. Pero el verdadero alimento os lo doy Yo, el Pan Vivo, producido en la Santa Misa, y preso por vuestro amor en el Sagrario.

No os canséis de recibir a diario este Pan. Evitad la monotonía y la rutina, del mismo modo que lo hacéis en vuestras casas. ¿No decís… hoy comeremos cocido de garbanzos, mañana pollo a la plancha, y arroz para el domingo? De la misma manera, programad algo para ofrecerme en la Acción de Gracias, que es la verdadera Comunión, y de este modo, Mi Carne y Mi Sangre os sabrán de modo diferente cada día, y os aprovechará mejor.

Igual que los israelitas en el desierto, el maná que recogían, les sabía a cada uno de modo diferente, le encontraban el sabor que querían o deseaban… (Ex. 16, 4-8; 12-16; 29…)

Pero recibidme con verdadera humildad, pendientes de lo que Yo os quiera dar, según vuestras limitaciones, o las normas de la Iglesia. Lo mismo pasó con los israelitas, el que recogía más de lo que necesitaba, ambicioso, acaparando, con temor a que le faltara la comida, no le servía de nada, porque todo aquello que recogió de más, se le podría y se le llenaba de gusanos. En cambio, el humilde que se conformaba con lo poco que pudo recoger, veía asombrado con sus propios ojos, como Yo le llenaba el resto de su medida hasta completar su ración diaria, o su ración doble el 6º día, en que había que recoger el doble, pues el sábado era día de descanso, y el pueblo no salía a recoger el maná, ni Yo lo dejaba caer. ()

Sí… ¡Sería maravilloso para Mí ese esfuerzo vuestro de la oración, y os lo recompensaría al ciento por uno! Pero si no podéis, habladme sin palabras, en un esfuerzo de amor, y recibiréis aún más de Mí, todo es poner, Amor, respeto y reverencia en la Santa Comunión.

No os privéis de este manjar, pero sabed bien a Quién recibís. Id con el alma pura y limpia, pero teniendo en cuenta que nunca estáis limpios del todo. Pedid perdón con verdadera contrición, pedídmela muy de veras, y Yo os lo otorgaré. Hay unas partes en la Misa para ello, el Confíteor, el Agnus Dei, siempre se pide perdón, y os reconocéis pecadores. Aprovechad bien, examinaos a vosotros mismos, discernid el Cuerpo y la Sangre Míos, (2Co. 13, 5) y si no os sentís con peso en la conciencia, acercaos a comulgar, lo necesitáis, y os necesito Yo también como Sagrarios.

Evitad la indiferencia, la rutina, la costumbre fría, la disipación del pensamiento, la Acción de Gracias ¡Ay! Demasiado corta, ¡Qué triste es! Porque si voluntariamente no os esforzáis nada en este camino de oración, os puede pasar como a los israelitas, que se hartaron muchos del maná y añoraron “las ollas de Egipto”, (Ex. 11, 6; Ex. 21, 5) o sea, el placer ilícito de la esclavitud del pecado, comiendo Mi Cuerpo y Mi Sangre sin discernir, es igual que comer su propia condenación. (1Co. 11, 29)

Yo, Jesús, os hablo y os bendigo. Quedad en paz. 

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