473 17/09/16 De Mª.Stmª. SABOREAR EN LA ORACIÓN

Queridos hijos de Mi Corazón Inmaculado, reflexionad: ¿Cómo se conoce una cosa ‘espiritual’? por el espíritu, el alma cultivada que tenéis, conocimientos y experiencia… ¿Y las cosas reveladas? Por la fe. Quien no tenga fe, no verá en la Santa Misa, por ejemplo, el Sacrificio de Cristo, Su Cuerpo Inmolado y Su Sangre derramada en la Cruz…

Se conoce muy dentro del alma, en lo secreto. Como cuando no se ve un alimento, pero se paladea, el sabor nos dice si es dulce o salado, si es ácido o amargo… ¡Saber y sabor! Saborear es adecuado para definir una relación con Dios en la oración.

Hijos, en esto, si alguno cree saber algo, es que aún no ha comprendido cómo se debe saber y conocer… (1Co 8, 2) saboreando… Dios resiste a los soberbios, mientras da Su gracia a los humildes… (Stg. 4, 6) como aquel sacerdote que se atrevió a decir a sus feligreses: “Os aseguro que el que menos sabe de Dios… soy yo”, porque se había dado cuenta de que, cuanto más conocía de Dios, más le quedaba por conocer, al revés que algún catequista que se preciaba de tener tantos conocimientos sobre Jesucristo, que “no necesitaba hablar de la Virgen”… sí, hijos, de Mí, que soy quien lleva a Jesús…

¡Saborear la oración! Es entrar en ella y no atinar a dejarla, es orar y amar. Si alguno de vosotros se halla falto de esta sabiduría, pídala a Dios, Yo intercederé por él, y se la dará a manos llenas y no le reprochará nada de su vida anterior. Pero pídala con fe, con ganas de verdadera conversión, para no parecerse a las olas del mar, que van y vienen, y así, sólo demostraría indecisión e inconstancia en seguir este camino. (Stgo. 1).

Os animo a esta lucha constante de la oración en esta vida. Como hijos muy amados Míos, sabed que no os dejaré. Quedad en paz. Así sea.

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